Los dos adolescentes de 15 y 17 años imputados por el asesinato a un cabo de la Policía y a un joven electricista que postulaba a la universidad fueron enviados a centros de rehabilitación juveniles, mientras duran las investigaciones.
El mayor de los acusados disparó al efectivo en el pecho, durante el forcejeo al tratar de defender a su hermana.
“Me ha apuntado a mí en la cabeza, en eso mi hermanito menor, Raúl Valerio, ha venido y le ha bajado la pistola y han peleado. Un tiro se ha escuchado, pero mi hermano seguía pelando, después nos hemos dado cuenta, le habían dado en el corazón. Mi hermano nos ha salvado…”, relató Susana Larico Conde, hermana del cabo de policía de 29 años, quien desconsolada señalaba en su pecho el lugar donde su hermano recibió el impacto de bala que estaba dirigida a ella.
Larico dejó en la orfandad a su hijo de un año y el próximo mes debía presentarse al examen para ascender a sargento.
Con esos antecedentes, en la audiencia cautelar cumplida ayer, la juez Público Primero de la Niñez y Adolescencia de La Paz, Ninfa Sillerico, determinó enviar con detención preventiva a Jhonatan Q., de 15 años, al Centro de Rehabilitación Juvenil Qalauma en Viacha, y a Roger P. de 17 años, al Centro de Terapia, Varones de Oruro.
“Ambos están imputados por el delito de asesinato y asesinato en grado de tentativa (por otros tres heridos)”, afirmó el fiscal asignado, Favio Maldonado, quien detalló que el asesinato del cabo Larico no fue el primero que los dos adolescente cometieron el sábado pasado por la noche en el barrio Mariscal Sucre, Sector ‘A’ de la ciudad de El Alto, donde se celebraba el aniversario vecinal.
HECHOS
De acuerdo con la relación de hechos, Roger P. y Jhonatan Q., junto a otros ocho amigos, se encontraban bebiendo en la zona desde las 18.00 horas; cerca de las 22.30, en inmediaciones de la “Cancha Villarroel”, ambos provocaron a otro grupo de jóvenes. Se oyó una detonación similar a un cohetillo, como declaró un testigo presencial, luego, los dos regresaron al grupo y se dirigieron a otro sector de la zona, donde se cometió el segundo asesinato.
Aquella detonación se trataba del disparo que impactó en la humanidad de Sergio Ajahuana Mamani, de 19 años, la primera víctima de Roger, como lo confirma Ruth, hermana del joven electricista que se preparaba para postular a la universidad.
“Ha llegado de trabajar con su hermano mayor, tal vez ha cobrado sueldito, se ha cambiado y se ha ido a comprar ropa con su amigo, yo creo que ellos lo han asaltado, en la casa ha dejado su celular (…), no estaba tomando, porque él ha salido nueve y media, a las diez y media lo han matado”, afirma Ruth.
La mujer daba su testimonio portando entre sus manos copias de documentos que había recibido de los fiscales, pero no sabía qué hacer, porque desconocía el lenguaje judicial, la razón de los mismos y dónde debía realizar los trámites.
Para ella, el cuerpo de su hermano era prueba suficiente para exigir justicia y cárcel para el adolescente que lucía media cabeza rapada y había disparado contra Sergio.
“En el hospital le he visto entrar, así tal cual como me han dicho que era, ese es el que le ha disparado a tu hermano”, recordó Ruth, el terrible momento cuando se topó frente a frente con el asesino.
Desconsolada, también recordó cómo había comunicado el hecho a su madre, en Brasil, quien retorna hoy para asistir al entierro del menor de sus seis hijos.
El relato de ambas mujeres se dio ayer por la mañana, a las afueras del juzgado donde se realizaba la audiencia cautelar, que por tratarse de un caso donde se procesan a menores trabajó a puertas cerradas.
Susana Larico aseguró que el momento del crimen, que inició como un intento de asalto a ella y su familia, los dos imputados estaban acompañados de al menos otros ocho muchachos que luego se dieron a la fuga; sin embargo, el fiscal Maldonado afirmó que no existen más involucrados y que en adelante solo se espera confirmar algunas otras pruebas.
En la requisa a Roger P., también herido de bala en la mano, se encontró 16 cartuchos y otros seis casquillos disparados con el revólver calibre 22 que afirmó pertenece a su abuelo que vive en Caranavi.
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